Por Naomí / Imagen C. Torres
Siento que de alguna manera me inculcaron miedo
a la vida. Quizás no era realmente miedo y era cautela pero yo lo transforme en
miedo. Intento ser cautelosa y muy cuidadosa conmigo y con mis cosas. Creo que
eso mismo me ha hecho ser lo ordenada que soy hoy en día también.
Como salgo del trabajo de noche, cerca de las
once, me doy vueltas por una capital nocturna en donde un día lunes común y
corriente del año no hay muchas personas deambulando por la calle. Pero sí hay
varias personas corriendo y andando en bicicleta por los parques y ciclo vías.
Hace tiempo me di cuenta que ya no le temo a la vida. Esto fue después del
cáncer o quizás en el proceso. Y hoy me volví a acordar y sentir sin miedo a la
vida. Mirar atravesando los vidrios de mi burbuja (automóvil) me dio unas ganas
locas de salir a caminar y dar un paseo en la oscuridad iluminada de la ciudad.
Descubrí que hay cosas nuevas en mi barrio. Claro que estaba todo cerrado y por
mi horario de trabajo va a ser un poco difícil disfrutar de estos nuevos cafés
y fuentes de soda.
Me da gusto no temerle a la vida. Me provoca
paz y tranquilidad. Siento que estoy protegida y que realmente crecí, madure.
Aún no siento que tengo 35 años, siempre me he sentido como de 20 y muchas
veces actúo y me visto como tal. Es que creo que mi cuerpo no va acorde al ritmo
de mi jovialidad.
Hoy me siento plena. Llenita desde el corazón,
desde bien adentro. Estoy conforme conmigo misma. He logrado tantas metas y he
superado tantos obstáculos hasta hoy que incluso siento que llevo como un año de alta y si saco bien las
cuentas sólo llevo seis meses recién cumplidos.
Ya no le tengo miedo a la vida, soy capaz de
muchas cosas y hasta ahora he podido ganarle a las más grandes batallas. Soy
una luchadora hoy. Me descubrí. Me
encontré. Ya tengo una misión y tú eres parte de ella, mi misión.
Que tengas un hermoso día hoy… no hay que
temerle a la vida, incluso a veces pienso que tampoco hay que entenderla tanto
tan sólo hay que quererla.