Por
Naomí | Imagen www.google.com
Marisol
me ha contado dos veces esta historia que a mí me hace tanto sentido hoy en día
en mi vida, quisiera compartirla contigo. Esta versión la encontré en internet,
demás está decir que la narrativa de Marisol es por lejos mucho más
entretenida, pero finalmente es la misma historia.
Acá
va:
Era una tigresa que estaba en muy avanzado estado de
gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los
rebaños de ovejas. Pero en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y
no logró sobrevivir al parto.
El
cachorrito fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de
mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas,
aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al
principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente
bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus
compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja/tigre. Y así fe discurriendo
el tiempo. La oveja/tigre era mansa y delicada.
Una mañana clara y
soleada, la oveja/tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó
hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja/tigre, extasiada en
el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había
visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó
la cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar
desesperadamente.
- Cálmate, muchachito
– le apaciguó el tigre.
- No voy a hacerte nada.
- Al fin y al cabo somos de la misma familia
- ¿De la misma familia? – replicó sorprendido el cachorro.
- Yo no soy de tu familia, ¿Qué dices?
- Soy una oveja.
- Anda, acompáñame – dijo el tigre.
- No voy a hacerte nada.
- Al fin y al cabo somos de la misma familia
- ¿De la misma familia? – replicó sorprendido el cachorro.
- Yo no soy de tu familia, ¿Qué dices?
- Soy una oveja.
- Anda, acompáñame – dijo el tigre.
El tigre/oveja le
siguió. Llegaron a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.
- Mírate en las aguas
del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre/oveja se
miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus
hermanas las ovejas.
- Mírame a mí.
- Mírate a ti y mírame a mí.
- Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
- Tú no eres una oveja, sino un tigre.
- Mírate a ti y mírame a mí.
- Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
- Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se
puso a balar.
- No bales – le
reprendió el tigre, y a continuación le ordenó ruge.
Pero el tigre-oveja
siguió balando y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que
no era una oveja, siguió pastando. Pero unos días después el tigre le trajo un
trozo de carne cruda y le alentó para que lo comiera. En el mismo momento en
que el tigre/oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su verdadera
identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida
propia de un tigre.
Puedes
sacar tus propias conclusiones y la que aparece bajo el texto dice lo
siguiente: hasta que no
probamos el sabor de nuestro ser interior, vivimos de espaldas a nuestra propia
identidad, identificados con lo que creemos ser y no somos.