Translate

miércoles, 16 de abril de 2014

Yo aprendí a RUGIR!















Por Naomí | Imagen www.google.com
Marisol me ha contado dos veces esta historia que a mí me hace tanto sentido hoy en día en mi vida, quisiera compartirla contigo. Esta versión la encontré en internet, demás está decir que la narrativa de Marisol es por lejos mucho más entretenida, pero finalmente es la misma historia.
Acá va:
Era una tigresa que estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Pero en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto.
El cachorrito fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja/tigre. Y así fe discurriendo el tiempo. La oveja/tigre era mansa y delicada.
Una mañana clara y soleada, la oveja/tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja/tigre, extasiada en el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar desesperadamente.
- Cálmate, muchachito – le apaciguó el tigre.
- No voy a hacerte nada.
- Al fin y al cabo somos de la misma familia
- ¿De la misma familia? – replicó sorprendido el cachorro.
- Yo no soy de tu familia, ¿Qué dices?
- Soy una oveja.
- Anda, acompáñame – dijo el tigre.
El tigre/oveja le siguió. Llegaron a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.
- Mírate en las aguas del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre/oveja se miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las ovejas.
- Mírame a mí.
- Mírate a ti y mírame a mí.
- Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
- Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso a balar.
- No bales – le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó ruge.
Pero el tigre-oveja siguió balando y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una oveja, siguió pastando. Pero unos días después el tigre le trajo un trozo de carne cruda y le alentó para que lo comiera. En el mismo momento en que el tigre/oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida propia de un tigre.
Puedes sacar tus propias conclusiones y la que aparece bajo el texto dice lo siguiente: hasta que no probamos el sabor de nuestro ser interior, vivimos de espaldas a nuestra propia identidad, identificados con lo que creemos ser y no somos.