Por Naomí | Imagen https://www.google.cl
A mi me encanta meditar en la ducha. Bajo el agua tengo ideas brillantes, se me despeja la mente, se me ocurren un montón de ideas que si no las anoto de inmediato (algo que generalmente me sucede) se van por el desagüe.
Hace tiempo que vengo pensando en comprar una grabadora, así puedo sólo poner el REC y grabar todas mis ocurrencias. Mientras hablo en voz alta.
Bajo la ducha tengo un ritual que me ayuda a empezar mi día lleno de energía; bajo el chorro de la ducha me siento, cruzo mis piernas a lo indio, juntos mis manos y las llevo directo a mi corazón. Me persino, rezo un Padre Nuestro, un Ave María, le rezo a mi Ángel de la guarda, a mis ángeles custodios, a mis seres de luz, a mis abuelos que están en el cielo, al universo y al cosmos. Les doy gracias por el nuevo día que me regalaron para vivir, agradezco y pido de acuerdo a lo que necesito y siento cada día y luego me bendigo a mí, mi cuerpo, mis huesos, mis células, mis extremidades, mis sentidos, el aire que respiro, bendigo el agua que me baña-me tranquiliza-me da calor, bendigo mi casa, mi perrita, mi familia, mis amigas y amigos, mi lugar de trabajo y a todos a quienes entran y salen de mi vida. De ahí me vuelvo a persinar y me siento como renovada. La verdad es que mis duchas son un poco largas, generalmente estoy 30 minutos bajo el chorro del agua, es el único momento que me entrego al 100% para mi.
Ayer en el diarios Las Últimas Noticias leí un pequeño artículo. Un fragmento de éste me llamo la atención, y dice así:
"...en la ducha raramente tenemos interrupciones. El torrente crea lo que los expertos denominan ¨un ruido blanco¨, que es una experiencia libre de estrés y que es una acción mecánica durante la cual podemos reflexionar..." Fuente www.lun.cl con fecha del 10/04/2014
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