Por
Naomí | Imagen www.google.com
Las necesidades y sentimientos relacionados con la sexualidad en
el enfermo de cáncer no han sido una preocupación habitual en la práctica
cotidiana, es un tema poco frecuente en los libros y reportes dedicados al
diagnóstico y tratamiento del cáncer.
Es aún más inusual encontrarlo en los trabajos dedicados al manejo de los
enfermos con cáncer avanzado. Sin embargo, es una preocupación presente en los
pacientes o un desafío para los profesionales que atienden a estos enfermos, al
tratarse de un tema íntimo, de delicado manejo, pero real y vigente, que
requiere de determinadas habilidades de exploración y tratamiento.
Son numerosos los factores relacionados con el cáncer que pueden
interferir con la vida sexual del paciente y de su pareja. Síntomas y
consecuencias de la enfermedad, como la anemia y la anorexia, pueden provocar
debilidad y dificultar la actividad sexual. Otras veces los tratamientos
utilizados (drogas, radioterapia, intervenciones quirúrgicas) pueden producir
efectos similares y hasta limitar considerablemente las relaciones sexuales.
Sin duda, los factores de orden psicológico (creencias, impacto emocional de la
enfermedad, motivaciones y afrontamientos) tienen gran importancia en la
aparición de dificultades de orden sexual. La aparición de la enfermedad es un
acontecimiento que puede generar temores, angustias y expectativas que empiezan
a deteriorar la personalidad, con la reducción consecuente de las necesidades,
motivos e ilusiones de la persona que la sufre. Ciertas secuelas quirúrgicas
pueden producir trastornos de la imagen corporal, sentimientos de desagrado
hacia sí mismo y hacia la pareja. Pero la sexualidad sigue siendo una necesidad
de esa persona enferma, aún en estados terminales y aunque disminuya el interés
por el coito, se mantiene presente el deseo de proximidad y contacto físico,
que puede adoptar diversas modalidades de presentación.
Para enfocar los problemas sexuales en pacientes con cáncer se
recurre comúnmente al ciclo de la respuesta sexual humana, que consta de 4 fases: deseo, excitación, orgasmo y
resolución. Cada una de estas fases está caracterizada por la experiencia
subjetiva, eventos objetivos que pueden ser medidos y por sistemas fisiológicos
que necesitan estar intactos para que estos eventos ocurran. Los tratamientos
oncológicos pueden dañar una o más de las fases de la respuesta sexual al
afectar emociones, componentes centrales o periféricos del sistema nervioso, el
sistema vascular pélvico y el eje hipotálamo-pituitario-gonadal.
El poco deseo sexual es quizás la más compleja de todas las
disfunciones sexuales. Las causas físicas en pacientes con cáncer incluyen:
depresión del sistema nervioso central debido a dolor generalizado y fatiga,
demencia difusa o medicación tranquilizante. Algunos medicamentos antieméticos
y opioides elevan los niveles de prolactina y ello disminuye el deseo sexual.
La mayoría de los problemas de erección en pacientes con cáncer
tienen una base psicológica. Los conflictos maritales, el sentirse
estigmatizado por el cáncer y la ansiedad por la relación sexual, son
antecedentes comunes de disfunción eréctil psicógena.
Los problemas de excitación sexual en la mujer tienen mayor
relación con otros trastornos. La falta de excitación sexual subjetiva y de
placer está a veces ligada a problemas físicos tales como menor expansión
vaginal y capacidad reducida de lubricación de la vagina. Las 2 mayores causas
fisiológicas de problemas de excitación en las mujeres con cáncer son:
menopausia prematura e irradiación pélvica. Algunos tratamientos llevan a la
menopausia prematura, entre ellos la radioterapia y la quimioterapia.
Constituye un factor pronóstico importante la edad de la mujer; las más jóvenes
generalmente resisten dosis más altas de radioterapia o de citostáticos sin que
se afecte la función ovárica. El grado de daño ovárico depende, además, de las
drogas específicas usadas, así como de la dosis.
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