Por Naomí / Imagen www.google.com
Cuando nos sentimos solos.
Cuando la vida nos maltrata y deseamos que cese nuestra
pena.
Cuando después de mucho andar, nos sentimos
desorientados.
Cuando sentimos la necesidad de ayuda.
Cuando buscamos a través de la luz de Dios por su
misericordia.
Cuando el camino es duro y deseamos que sea más
beneficioso.
Cuando queremos la felicidad de nuestros seres queridos.
Cuando necesitamos ayuda económica.
Cuando deseamos obtener amor de la persona que amamos.
Cuando buscamos amparo.
Cuando un hijo cae en el vicio y queremos redimirlo.
Cuando queremos encontrar la paz a nuestro lado.
Cuando todos nos vuelven la espalda y nos sentimos solos.
Cuando la fe nos flaquea, en la lucha o en el dolor.
Cuando rogamos por la curación de un ser querido.
Cuando deseamos obtener algo y nos sentimos débiles.
Cuando el hogar está por desbaratarse.
Cuando quedamos sin trabajo.
Encender una vela es un sostén firme a nuestra Fe, en la
cual el alma se fortalece y redime. La vela sin prender representa al elemento
Tierra, cuando se prende representa al elemento fuego, cuando se derrite
representa al elemento agua y el humo representa al elemento aire.
Las velas se deben encender siempre con fósforos. Cuando
es un pedido de varios días nunca se sopla para apagar. Si se apaga luego de
estar un tiempo prendida, no se vuelve a encender hasta el próximo día del
servicio de pedidos y se ora.
“Aunque tu llama se apague en el plano físico, aún sigue
prendida en el espíritu. Siempre ha que usarla para el beneficio propio o ajeno
y nunca para hacer el mal a nadie o quitarle algo a alguien, no nos olvidemos
de la ley de causa y efecto: Todo lo que hacemos nos vuelve multiplicado, tanto
sea para bien o para mal”.
Mediante el simbolismo de las velas conectamos el primer
acto creador de Dios al principio de los tiempos, con Jesús como Palabra
emanada del Padre de una vez para siempre.
Cuando uses velas e tu oración, o veas que se usan en la
Misa que asistas, pienses en este simbolismo para enriquecer tu participación
en la liturgia de la Iglesia, para actualizar con el sencillo gesto de encender
unas velas el poder creador de Dios sobre nosotros.
La vela es un simbolismo de ofrenda espiritual de nuestra
devoción que continúa más allá de nuestra presencia física.
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